domingo, 13 de octubre de 2024

Un cuento de playa y resentimientos

Foto en Puntarenas, Costa Rica Paseo de los Turistas, octubre 2024.

Eustavio, el gato, y el cielo

El mar golpeaba en la costa, y un atardecer con ese cielo hecho un incendio, ya había coloreado todo el fondo de la playa de Puntarenas. 

Todos en la playa paramos lo que estábamos haciendo para ver, sentir y saborear ese atardecer de octubre a la orilla del mar, en pleno invierno todos habíamos topado con un día de sol hermosísimo e inesperado.

El gato sentado en las rocas que dan al mar meneba el rabo y Eustavio, desde el muelle pensaba en sí mismo como alguien metido en una pobre situación. Hacía un recuento de todo lo que había hecho mal en su vida, hasta empujarse a un día a día, que no quería vivir más.

Llegó una pareja de jóvenes con ropas de colores y un papalote a la orilla del mar, sin darse cuenta quedaron muy cerca de Eustavio, y ella, con su sonrisa adolescente pícara mientras sostenía el papelote de frente al muchacho que la acompañaba:

- Sergio, ninguna cosa llevó a la otra entre nosotros este tiempo, no siento nada por este tiempo que hemos estado saliendo, así que todo romántico terminó antes de empezar.

-Sergio, sostuvo el papalote, calladamente y luego de un suspiro con las dos manos sosteniéndose la espalda dijo: Sí Roberta, entre nosotros no ardió nada... pero pasamos buenos ratos, mejor demos tiempo a que se acomode entre los dos otra vez la amistad. ¿Te parece si volamos el papalote?

-Claro Sergio, ¡vamos!

Y alzaron carrera frente al mar con un cielo incendiado a volar el paplote colorido entre pelícanos...

Eustavio los vio abrazarse y correr sin entender nada. Pensó que ese Sergio no tenía sangre en las venas que debió despreciarla, humillarla, cómo se atrevía a hablarle así a un hombre.

Eustavio no entendió nada de lo que pasó frente a su ojos. Eustavio había sido prepotente toda su vida, obstinado, un mentecato en cuanto al trato con las personas. Ahora estaba solo, decía él... eso significaba sin pareja, sin empleo, viviendo en casa de sus madre, ya muy enferma por la edad y una vida de pobrezas, y aun hoy sentía que la vida debía darle todo mágicamente, que si él había nacido que la vida se solucionara sola. Pero 45 años habían pasado, y esa teoría suya no había dado frutos así...

Eustavio estaba cada vez más frustrado de ver a los amantes fracasados, estaban felices de jugar en la playa con el papalote, frente al atardecer más hermoso imaginado en un invierno en el Pacífico central.

El gato de las rocas veía a los jóvenes con la misma desaprobación de Eustavio. El gato tenía la cara muy inflamada como si hubiera perdido una pelea con algo, o alguien... aunque era blanco tenía las patas del frente y traseras manchadas, como si se hubiera sumergido en una agua cafezusca, o como si se hubiera caído entre piedras, por querer cazar un cangrejo escurridizo. Parecía que llevaba pantalones y unas mangas.

El atardecer se desvanecía y Eustavio era incapaz de ver nada más que su enojo contra su propia vida, contra esa chica que había dicho su verdad, contra aquel chico que lo aceptó y se fue con ella a jugar al papalote, bajo un cielo naranja y lila junto al ruido del mar.

Eustavio, pasados sus cuarenta años, aun creía que las medallas de sus derrotas las debía portar silenciosas, usando como estandarte la ironía... y el desprecio hacia la vida: si la vida no lo ayuda con una mágica solución, entonces él despreciaría a la vida...

Se hacía cada vez más viejo sin entender que su bobería era creer que "La Vida" anda por ahí de vengativa con unos, y dadivosa con otros. En la cabeza de Eustavio "La Vida" lo condecoraba de fracasos, y por eso él cada vez, que podía lanzaba un sarcasmo, aparentemente frío, que no le permitiera ni llorar sus penas, ni celebrar sus ganes... 

Eustavio envejecía esa tarde frente al mar y se perdió el mejor atardecer del invierno, por ser incapaz de olvidarse un rato de su propio enredo, que al sol le importaba muy poco, mientras brillaba por todo el cielo.

El gato para ese momento seguía echado en las rocas dando la espalda al mar y al cielo, apenas entreviendo por sus ojos casi cerrados, de tanta hinchazón que llevaba en el cuerpo.

Gato anónimo, playa Puntarenas, cercanías del Faro.


jueves, 10 de octubre de 2024

¡ Cuando tu piel llegue!

 


Cuando tu piel llegue


Foto propia. Hoy 10 de octubre del 2024 cumplo 40 años.


Llegará tarde tu piel a mis manos,

porque la habré soñado tantas veces,

la habré acariciado de tantas maneras,

en los instantes que no estás.


La habré acariciado al abrir la puerta,

de la oficina donde esperas,

hasta  que sean las 6 para irte a tu carro,

a tus sábanas tibias de llevar tanta piel

a solas.


La habré acariciado furtivamente,

en mi sobresalto mañanero,

cada que descubra que te soñé de nuevo.


Cuando tu piel pasee por mis manos,

aprenderás más de las exquisitas formas de tu cuerpo,

descubrirás finalmente,

que tus montes son lagos

esperando a llover tumultuosos,

y que en tu cuerpo no hubo espacio nunca 

para la sequía.


Tu piel sabrá ser de mi mano,

tibia y escalofriada,

vendrá desde adentro a empaparme

la cara, como la lluvia mojándome toda

de madrugada. 


martes, 8 de octubre de 2024

Entre rocas (poema de amor)




 Entre rocas

Besarte a vos,
se volvió
 como dormir entre rocas,
con un peso al lado, 
como una escultura ya lavada de curvas,
ya lavada y sin ninguna presencia.

Delante tuyo lloro y estás frente a mí 
y me parece mirar los cristales de la ventana,
como cuando estoy  solas 
mientras llueve del otro lado, 
del otro lado, de mí... 
miró atónita que tus cristales húmedos 
no tienen más miradas confidentes
para este duelo, que cada día parece más mío.

Estar con vos se ha vuelto un dormir entre rocas,
rocas secas y olvidadas 
a la orilla de un mar helado.

Te miro en silencio y la sal está en el aire,
me estremezco al mirarte y el calor está en la arena 
y  el mar viene y golpea, como gritando que todo es irse...
pero vos... qué  día fue que amaneciste hecha roca,
hecha una orilla inhóspita para reposar mi existencia, 
en qué día te dormiste como un campo florido y
de noche se te cayeron las flores para volverte esta roca,
roca afilada, ya por el desgaste de un tiempo demasiado cruel con tus bellos sueños rojos.

Y aun así viéndote árida, y cansada,
no tengo piedD y te pido:
¡LÍbrame de tu ceniza! 
Parece tan fácil irme,
que no me desafía a desaprenderme de vos...
pero tampoco a quedarme, mi piel se está agrietado...

Entonces me susurraste el secreto de las rocas:
- Las rocas no se mueven, pero están vivas...
Las rocas no mueren, y pagan el precio de existir así: 
muertas a medias, para aspirar a ser eternas.

2edición 25 de octubre de 2024

lunes, 7 de octubre de 2024

No somos ángeles (poema de amor 2019)

 

Foto Barrio Chino, San José Costa Rica


No somos ángeles


No somos ángeles

pero sí abrazamos nuestras alas rotas...

al bajar por los trenes oscuros de los 

días que perdieron las cuentas,

por entre ciudades que nunca alcanzan:

para ser libres vos y yo

hasta olvidarnos de los mapas.


No somos ángeles porque la muerte

sale por tus ojos y va hacia los míos,

nuestra naturaleza irremediablemente

es lo mortal:

por eso nos duele el día que pasa,

que no nos será devuelto jamás.


Nuestra naturaleza sabe

que el paso del tiempo,

es el motor de todos los dolores del cuerpo.


No somos ángeles,

porque la aerodinámica o la biología

nos negó las alas,

pero amamos el cielo abierto,

para olvidarnos del tiempo,

para esperar catástrofes rotas,

cada día ido: con la lucidez

de saber que no vendrá ningún huracán

a salvarnos del trabajo diario y repetitivo.


No seremos ángeles nunca,

ni Gabrieles, ni con trompetas,

menos los de la guarda,

para cuidarnos

de este paso violento del tiempo.


Pero sabremos volar sin alas,

vos y yo: lograremos besarnos sin tiempo,

quizá

aprenderé a abrigar tu mirada tibia,

taciturna por falta de un tiempo tuyo;

quizá

aprenderás a quedarte mirando más  

hacia lo bello que se sostiene aquí

en mi pecho.


lunes, 12 de agosto de 2024

Declaración abierta



Quiero ser libre

Solo eso libre para,
 y libre de...

Libre para hacer lo que quiera
este cuerpo que late y sueña.

Libre de vos y tu ceguera:
de tu uniforme de capitán 
con alma de capataz.

¡Libre!
Deseo volver a ser libre: sin miramientos,
más que el frío, 
más que el calor y que el hambre
en mi propia piel...
 
Deseo ser mía a solas,
mía y mía solo para mí misma.

Ser libre sin más paredes:
que no me aprese ni el tiempo,
ni el deber ser.

Libre para ser verano en invierno
y hoguera, en el frío.

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